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Cap. 3: Mi don

N
o quiero pensar en Raúl, pero como podéis ver, no lo consigo. Llevamos sin hablarnos casi dos meses, y sigo pensando en él a cada momento, en él y en el beso que me dio, y lo peor es que no sé qué siento por él porque no es nada parecido a lo que haya sentido por cualquier otro chico. Me gusta, pero hace algunas cosas que hacen que le odie y… no sé… cuando le veo pierdo la cabeza. Verle, hablarle,… daría lo que fuera porque volviera a ocurrir.
-Hola.
Hablando del rey de Roma… y me saluda como si fuéramos amigos de toda la vida y esa sonrisa suya…Dios que bueno está.
-¿Qué haces aquí?-le pregunto algo borde.
-Dar un paseo.
-Pues vale, agur-“No dejes que me vaya”.
-Espera.
-¿Qué?-digo como pasando de lo que él me quiera decir pero pienso “Gracias”.
-¿Vas a seguir esquivándome?
-Como si eso fuera posible.
-Elena-está serio-, te voy a ser sincero en lo único que puedo serlo. Tú a mí me…
-¡¡¡¡¡Elena!!!!!
Las odio”.
-¡Paula! ¡Lydia! Qué alegría veros por aquí- mentira.
Cuando miro a Raúl veo que se está riendo, pero, ¿por qué? ¿Lo he dicho en voz alta?
-No-susurra.- Agur.
Desaparece antes de que mis amigas lleguen hasta donde me encuentro.
-¿Con quién estabas?-Lydia siempre tan cotilla, pero en realidad, sé que lo hace porque se preocupa por mí.
-Eh… Nadie.
-Me había parecido que era Raúl-dice Paula, por qué tendrá tan buena vista.
-No, ¿qué iba a hacer Raúl aquí hablando conmigo?
-No sé, me había parecido.
Quedamos donde siempre” pienso y sé que él me ha escuchado, aunque eso es imposible porque no está aquí y sólo lo he pensado. ¿Cómo va a poder haberme escuchado? Pero es que sé que sí, pero…
-Elena,¿qué te pasa?-Paula.
-¿Eh?
-Llevas muy rara desde la otra noche.
-¡Qué dices! ¡No!
-No mientas, ¿te gusta alguien?- Lydia gracias ese tema casi me gusta menos.
-¡No! ¡Joder! ¿Por qué no dejáis de preguntar?
-Tranquila, que si no quieres no respondas, sólo lo preguntaba porque somos tus amigas- dice Paula, intentando calmarme.
Me alejo de ellas caminando rápido dirección a casa. El andar sin rumbo ya no me resulta relajante.

El resto del día lo he pasado decidiendo si iría o no al gimnasio, donde supuestamente he quedado con Raúl. Pero aquí estoy, como la primera vez, mirando desde una esquina todo el gimnasio pensando que tiene que venir, que me oyó.
-Me has descubierto.
-No era muy difícil-está vez no me ha asustado.
-Quizá te he dado demasiadas pistas.
-Quizá-“Tranquila Elena, tranquila”.
-¿Nerviosa?
¿Así que eres capaz de escucharlo todo?
-No, todo no.
No lo entiendo”.
-La verdad es que yo tampoco.
¿Podría ser un vampiro?
-Por favor.
-¿Qué?
-Un vampiro-dice con tono algo enfadado, como si se lo hubieran dicho más de una vez.
-Lo siento, es que acabo de terminar “La saga de Crepúsculo”.
-La odio.
-Es preciosa-la defiendo. “A mí me ha encantado”.
-¿Por qué? ¿Porque un vampiro que brilla se enamora de una adolescente sin personalidad y con tendencias suicidas?
De repente me entra la risa, no es lo que ha dicho sino la situación: aquí estoy, con él, con Raúl, y estamos hablando de Crepúsculo.
-¿Y tú?
-Yo ¿qué?-“No te entiendo”.
-Mentirosa, me entiendes perfectamente.
-Mira-respiro hondo, espero que salga, ¿o no? Si no sale seré normal y eso es lo que quiero, ¿o no?
Cierro fuertemente los ojos y digo en mi interior (“Deseo que estemos en mi habitación”), y cuando los abro miro la cara de asombro de Raúl y a pesar de que yo también estoy asombrada no lo demuestro.
-Mola, ¿eh?
-Sí. ¿Desde cuándo puedes hacer esto?
Crees que te he traído hasta aquí para hablar”.
-Desde hace unos meses. No sé cómo te enteraste.
No responde, parece concentrado en algo. “O no puede leer lo que pienso. Dios, que vergüenza”.
Él se ríe “está tan guapo cuando se ríe”.
-Creo que debería irme.
-¿Por qué?
-Porque tu padre está a punto de entrar.

-Elena,¿estás despierta?
-¡Papá! Me has asustado.
-Lo siento.
No quiero llamar la atención de mi padre, pero disimuladamente miro a mi alrededor buscándole.
-¿Qué querías papá? Estoy estudiando-digo a pesar de que no hay ningún libro a la vista.
-Nada quería saber si estabas bien.
-Sí, un poco cansada, ya sabes, los exámenes están cerca.
-¿No acabas de empezar?-“Mierda, joder el único padre que se entera me tiene que tocar a mí”. Oigo una risa sofocada, será él.
-Sí papá, pero tengo exámenes de recuperación del año pasado- es mentira, pero a pesar de ello cierra la puerta y oigo sus pasos dirigiéndose a la sala. Hace días que mi padre no duerme en su habitación.
-¿Me ayudas?- es Raúl.
-¿Dónde te habías escondido?
-Dejemos ese detalle, y por favor, ayúdame a ir a casa.
-Vale.
Vuelvo a cerrar los ojos (“Deseo…”).
-Espera- me interrumpe -quiero despedirme.
Se acerca y me besa, y no, no es un piquito de despedida es un beso en toda regla. A la hora de cerrar los ojos y desear que esté en su casa no me puedo concentrar y, cuando vuelvo a abrirlos y no está, solamente espero que esté en su casa. Bueno, y si le he llevado a otro sitio ha sido culpa suya por besarme de esa manera.

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